En solidaridad con todos los compañeros académicos y administrativos que han sido
injustamente despedidos de la UACM y con todos aquellos que siguen en
la lucha.
La
educación, incluso desde antes de ser impartida institucionalmente,
es uno de los elementos centrales de la humanidad, es un factor de
cohesión social, también de formación de conciencia autónoma; es
una variable que da identidad, que da pertenencia y que por tanto da
sentido de existencia como sujeto y como comunidad.
La
educación no es un recetario de contenidos, ni de patrones de
conducta; es un acto colectivo de encuentro, un proceso social de
significación del cosmos que luego se materializará, mas no se
impondrá, como normas de convivencia.
La
educación es entonces activa, y por activa entendemos pues, que
tiene postura, que duda, que pregunta, que afirma y que argumenta;
que no es neutra, que parte de la experiencia personal y colectiva
específica, y que desde ahí, desde la localidad (y no desde la
universalidad), se vuelve verdadera u objetiva. La realidad se
construye, no se descubre.
La
especie humana no se destaca por una anatomía especializada a algún
ecosistema; en todo caso resalta, a lado de las especializadas
anatomías de otras especies, nuestra precoz y torpe anatomía. No
obstante, la construcción de lo que algunos llaman segunda
naturaleza, la cultura, ha sido central para permitirnos convivir con
las demás especies, en ecosistemas diversos, y así sobrevivir. La
educación (sea institucional o no), que transmite la cultura, es
entonces tal vez uno de las causas de que sigamos y de que queramos
seguir existiendo.
La
educación institucional es, o al menos debiera ser, la creación de
los espacios físicos e intelectuales para conocer y contrastar los
saberes más universalizados, que son muchas veces llevados a varios
rincones por medio de la fuerza, pero que aun así nos dan
pertenencia como especie humana; y los saberes que son más locales
que nos permiten compartir y pertenecer a grupos o comunidades más
específicas.
La
educación institucional es, o debiera ser, un sistema para proveer a
los sujetos de las herramientas para significar a la naturaleza,
para construir su realidad de manera individual pero a la vez en un
ejercicio colectivo de interacción social y cooperación. Es, por
ser para el bien común, una actividad conjunta, de vinculación, de
empatía, de inclusión y no de exclusión, ni de subordinación, ni
de humillación.
Lamentablemente,
las tendencias ideológicas de los últimos treinta años han llevado
a la deshumanización de la educación. Encumbrando la premisa
engañosa de que del conocimiento tecnocientífico emana una realidad
pura sin casi intervención del sujeto, se ha intentado fundamentar
que ese conocimiento es irrefutable y por tanto universal.
Originando
la creación de programas académicos estandarizados basados
únicamente en elementos de eficiencia tecnocientífica, sin tomar en
cuenta rasgos cualitativos de los sujetos; creando también
mecanismos de calificación de personas e instituciones de acuerdo,
únicamente, a las reglas de esta misma ideología. Fomentando,
también, la eliminación o la exclusión del conocimiento
humanístico y artístico, intentando sobajarlas a actividades de
espectáculo y de ocio, buscando quitarles su potencial cognitivo.
Pero
más preocupante, la sistemática racionalización, por medio de la
exclusión premeditada, del servicio educativo para evitar la
sobredemanda laboral y para tener una sociedad más manejable. Los
filtros son varios; el más evidente, la reducción presupuestal a la
educación pública para decrecer la oferta y las capacidades para
mejorar la calidad. Pero igual de importantes, los filtros en muchas
escuelas públicas; altas cuotas, rigidez en el horario, exámenes de
ingreso antipedagógicos que socavan la cooperación, que incentivan
una competitividad negativa y que funcionan más como filtros
socioeconómicos que cognitivos.
La
educación, por ser parte fundamental de nuestra supervivencia como
especie, debe tener nuestra mayor atención posible. Y como ya
dijimos presentar una postura crítica y no escurrirnos en discursos
presumiblemente neutros, no.
La
educación tiene que ser pública, gratuita, incluyente social y
cognitivamente, con diversas modalidades de evaluación, con visiones
distintas que permitan la integración de varias formas de conocer,
con múltiples formas de enseñar, entre otras cosas. Y no por eso,
lo digo porque así nos etiquetan a los que así pensamos, somos
partidarios de una supuesta izquierda radical, queremos simplemente
intentar que nada humano nos sea ajeno.